PREGÓN DE SEMANA SANTA 2003

AGRUPACIÓN DE HERMANDADES Y COFRADÍAS DE SEMANA SANTA
PREGÓN DE SEMANA SANTA 2003
Por
D. Rafael Agüera Espejo-Saavedra

Al recibir por parte de la Agrupación de Hermandades y Cofradías el muy honroso encargo de pronunciar el Pregón de la Semana Santa de este año, después de tantos de ausencia, experimenté dos sensaciones tan intensas como encontradas, ya que si, de una parte, me siento halagado y agradecido por esta especial distinción que me permite comparecer hoy ante todos vosotros, de otra siento el natural desasosiego de aquel que, inexperto en estas lides, se halla en el deber de glosar las esencias y peculiaridades de nuestra Semana de Pasión, cuando ya tantos y tan prestigiosos pregoneros me han precedido en el uso de esta tribuna y han proclamado, con inspiradas palabras, todos los aspectos posibles de estas conmemoraciones. No quisiera olvidarme de ninguno, todos paisanos y buenos amigos, por lo que rindo homenaje de admiración a todos ellos en la persona de mi hermana Isabel, autora de una bella y poética pieza que pronunció en este mismo lugar, en 1994.
Claro que, oportunamente, me he encontrado entre las manos con un tema tan querido por mí como lo es el estudio que sobre la Heráldica de nuestras Cofradías me había solicitado el Presidente de vuestra Agrupación, Enrique Sánchez Collado, hace ya unos meses, cuando no estaba previsto que yo mismo pronunciara este Pregón, y de cuyo trabajo he decidido hacer el eje central de mi intervención, que iniciaré, sin embargo, con algunas referencias históricas relativas a la celebración de la Semana Santa en los pueblos cordobeses y con la feliz noticia del hallazgo, en el Archivo Histórico Nacional, de un excepcional documento que revela la centenaria antigüedad de una de nuestras mas entrañables Cofradías: la de San Juan Evangelista. Para finalizar, dedicaré una palabras a las celebraciones penitenciales de este año, salpicadas por algunos recuerdos que guardo de mi infancia y del modo en que se vivía la Semana Santa por aquellos, ya lejanos, años cuarenta.
Para Juan Aranda Doncel, uno de los autores que mejor conocen el tema y que más publicaciones le ha dedicado, la evolución de la Semana Santa en nuestra provincia presenta cinco etapas principales. La primera comprende la segunda mitad del siglo XVI y el primer tercio del XVII en la que, tras el Concilio de Trento, asistimos al nacimiento e implantación de las primeras Cofradías penitenciales. De esta época tenemos en Villa del Río la de la Vera Cruz, cuya antigüedad está documentada por mis buenos amigos, acreditados investigadores y Cronistas Oficiales de la Villa, Catalina Sánchez y Francisco Pinilla. La segunda, que marca el apogeo en la conmemoración de la Pasión, abarca la mayor parte del siglo XVIII y se prolonga hasta 1740, y de ella queda como ejemplo en nuestro pueblo la de Jesús Nazareno, documentada, asimismo, por los mencionados Catalina y Francisco. La tercera cubre el periodo 1740 a 1820 y se caracteriza por la postura crítica de la propia Iglesia ante las formas populares de celebrar la Semana Santa, en las que, desde tiempo inmemorial, se venían produciendo determinados excesos en las representaciones de la Pasión a cargo de «hombres por lo común poseídos de la embriaguez», que solían degenerar en «alborotos, riñas y demás desórdenes». A este periodo se corresponde la fundación en Villa del Río de la Cofradía de San Juan Bautista, y no sería aventurado suponer que dentro del mismo, aunque no exista aun constancia de ello, tuviera lugar las de la Soledad, a la que se hace referencia en un testamento de 1749 y la de la Magdalena que, hasta donde alcanza nuestra memoria, siempre han acompañado al Nazareno y al mismo San Juan en la celebración del Viernes Santo.
La centuria decimonónica presenta diferentes altibajos. A la crisis de su primer tercio, provocada en buena medida por la invasión napoleónica y sus posteriores consecuencias, sigue un renacimiento, que se corresponde con la era isabelina, una nueva crisis coincidiendo con el sexenio revolucionario y otra etapa de esplendor a partir de la Restauración. La quinta época corresponde al siglo XX y durante ella se suceden igualmente fases alternativas, al compás que marcan las circunstancias políticas, llegando, así, hasta el auge que se observa en el momento actual.
En las antiguas representaciones de la Pasión a cargo de personas, que fueron prohibidas por la autoridad eclesiástica, pero que continuaron, y continúan, poniéndose en escena en algunos lugares, parece estar el origen de nuestra provincia de celebrar en la mañana del Viernes Santo el denominado Sermón del Paso, de Pasión o de la Plaza, como decimos nosotros, en el que las distintas imágenes se van moviendo al ritmo marcado por el Sacerdote en su relato de los momentos más significativos de la Pasión, previos a la muerte del Redentor. Asimismo se observa una significativa coincidencia en la lectura o canto de la «sentencia», cuyo texto es muy similar en todos los pueblos que conservan esta tradición, si bien poco se sabe de su origen, que en Castro del Río atribuyen a una monja de aquella localidad, del Siglo XVIII. Coincidiendo, pues con esa época en que las representaciones populares van siendo sustituidas por las que se realizan con imágenes surgiría la necesidad de aumentar el número de éstas y ahí hallamos el posible origen de la fundación en Villa del Río de la Cofradía de San Juan Evangelista, que hoy podemos documentar. Tal fundación debió producirse entre los años 1752, donde por el Catastro de Ensenada tenemos constancia de que no existía, y 1773 cuando queda probada su existencia por el documentó existente en el Archivo Histórico Nacional, al que me refiero seguidamente. Se trata de un Memorial que el Intendente de Córdoba, en cumplimiento de una orden del Consejo de Castilla de "fecha 28 de septiembre de 1770, remite al Secretario de dicho Consejo informándole del «número de Cofradías, Congregaciones y Hermandades que hay en esta Provincia, las festividades que anualmente celebran y los gastos que causan, manifestándose igualmente cuales tienen Real aprobación, cuales la del Ordinario Eclesiástico (Obispo de la Diócesis) y las que se hallan sin una ni otra (aprobación)». Conviene recordar que en dicha fecha reinaba en de la tan extendida tradición existente en muchos pueblos España el ilustrado Carlos III y que uno de sus más próximos colaboradores, con gran influencia en los asuntos económicos. Políticos sociales era el Conde de
Aranda, Presidente del Consejo de Castilla, de quien se sospecha era miembro de la masonería, artífice, entre otras medidas, de la expulsión de los jesuitas en 1767. Aunque desconocemos el tenor del requerimiento del Consejo de Castilla, podemos deducirlo fácilmente de la respuesta ya que en ella se llega a decretar «como útil al Servicio Dios, y alivio del común de los vecinos de los pueblos, la extinción de tales Cofradías. Congregaciones y Hermandades. y que, previamente, se indica que el mayor número de ellas carecen de rentas propias y que, por consiguiente,se indica que el mayor número de ellas carecen de rentas propias y que, por consiguiente, sus gastos se suplen "de las contribuciones de los Congregantes, de las limosnas voluntarias o a costa de los Hermanos Mayores, que ascendiendo a crecidas sumas no tienen aquella aplicación útil que conviniera, porque en mucha parte se destinan a superfluidades, que producen infinitos perjuicios». No queda claro, en cualquier caso, si. en efecto, quedaron disueltas las Cofradías que carecieran de rentas en aquel demomento (1773), pero lo evidente es que una Real Pragmática de Carlos III promulgada pocos años después en (1777) originó la desaparición temporal de muchas de ellas. Según el documento, al día 9 de septiembre de 1773 existían en Córdoba y su Provincia un toral de 730 Cofradías de las que 11 contaban con aprobación real. 505 con la del Obispado y 214 sin ninguna de ellas, ascendiendo -el coste toral de las fiestas que celebran anualmente a 402 Reales de vellón y, por lo que se refíere a Villa del Río he aquí la relación de las existentes:

Eludiendo en este momento cualquier otro comentario que pudiera ser interesante sobre las Cofradías existente en nuestro pueblo en 1773, creo que lo más relevante. en relación con las específicas de Semana Santa, por ser un hecho hasta ahora ignorado, es la existencia en dicho año de la Cofradía de San Juan Evangelista para la cual queda, así, acreditada una antigüedad de. al menos, 230 años.
Con el fin de que esta Cofradía conserve en sus -archivos este documento y pueda, por tanto, acreditar su -veteranía ante quien pudiera convenirle, he entregado al Presidente de la Agrupación una fotocopia de la parte que afecta a nuestro pueblo, debidamente compulsada, que servirá, al propio tiempo, para certificar la existencia en Villa del Río, en 1773, de las restantes Cofradías que en el mismo se citan.


TÍTULOS, HERÁLDICA Y SIMBOLOGÍA DE LAS COFRADÍAS DE SEMANA SANTA DE VILLA DEL RÍO

Por
D. Rafael Agüera Espejo-Saavedra

Emblema de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de Villa del Río.

Está formado por el crucero de la Cruz Parroquial de Villa del Río, obra del Siglo XVIII (1.775), labrada en plata por el artífice Damián de Castro. ( Platero cordobés (1.716-.1790) de gran renombre. Entre sus obras figura una imagen de la Concepción, de un metro de altura, existente en la Catedral de Córdoba, pero, sin duda, la más célebre fue la custodia que en 1.779 labró para la Catedral de Sigüenza. Constaba de tres cuerpos, con una altura total de metro y medio, contenía historias del Nuevo Testamento y su viril de oro puro, con un peso de un kilo y 625 gramos, estaba adornado con 1.667 diamantes. Desgraciadamente, esta joya fue robada por los franceses durante la invasión napoleónica y sólo se conservó el viril.)

En su versión de emblema cofradiero, presenta una cruz doblemente trebolada, de cuyos cuatro ángulos emergen potencias, o rayos a modo de destellos, que trae labrada en su medallón central una representación del Universo (globo terráqueo, sol y luna) y, sobre el todo, una imagen de Cristo Crucificado. Simboliza la muerte de Jesucristo por la salvación del Mundo.


FRANCISCANA HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZARENOS DE NUESTRO PADRE JESÚS DE LOS REYES EN SU ENTRADA TRIUNFAL EN JERUSALÉN Y NUESTRA MADRE Y SEÑORA DÉLA PAZ Y LA ESPERANZA

HERÁLDICA: Un áncora, de plata, ceñida por un cordón, de oro, acompañada por dos escudos ovalados. El diestro trae, a en campo de gules, el anagrama de Nuestro Señor Jesucristo, de oro, y filiera de lo mismo. El siniestro, en campo de azur,
anagrama de la Santísima Virgen María, de oro, sumado de corona real abierta, estrella de cinco radios, de plata, puesta en punta y filiera de oro. Circundan el conjunto una rama de olivo, frutada, al natural y una palma, de oro. Al filo, timbre tiara y llaves pontificias.
SIMBOLOGÍA: El áncora aparece en el Sistema Heráldico Cofrade como símbolo de la Virgen de la Esperanza. En los emblemas, signos y grafismos del primitivo cristianismo aparece siempre como símbolo de salvación y esperanza. San Pablo (Hb. 6,18) dice: "la tenemos (a María) como seguro y firme áncora de nuestra alma".
El anagrama de Jesús representa al propio Cristo y esta formado por la superposición de las siglas JESÚS, HOMBRE, SALVADOR.
Como símbolo mariano por antonomasia, se presenta el anagrama del saludo del ángel a la Virgen: "AVE MARÍA GRATIA PLENA", cuyas siglas aparecen cifradas en el mismo. La corona sobre el anagrama de María hace alusión al quinto de los Misterios de Gloria del Santo Rosario: La Coronación y Exaltación de María Santísima sobre todos los coros de los ángeles.
La Estrella recuerda la especial vinculación de Villa del Río con esta entrañable advocación mariana.
La rama de olivo, característica de nuestros campos, simboliza a la Paz y la palma el martirio y el triunfo místico.
La tiara pontificia, acolada de las llaves del Reino de los Cielos, se incorpora a la heráldica de esta Cofradía por la Bendición Apostólica que le fue otorgada por Su Santidad el Papa, Juan Pablo II, el 12 de Noviembre de 1.991.
El Título de Franciscana le fue concedido, el 27 de Noviembre de 1.994, por la Comunidad de Misioneras Franciscanas de la Madre del Divino Pastor.

HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZARENOS DE NUESTRO PADRE JESÚS DE LA ORACION EN EL HUERTO DE LOS OLIVOS DE GETSEMANÍ

HERÁLDICA: Cáliz, de oro, engastado de piedras preciosas, superado de una estrella de ocho radios, de plata, y acompañado de dos escudos ovalados puestos en cartela. El diestro trae, en campo de gules, el anagrama de Nuestro Señor Jesucristo sumado de una cruz latina, de oro, y filiera de lo mismo. El siniestro, en campo de azur, el ''. anagrama de la Santísima Virgen María sumado de corona real abierta, de oro, y filiera de lo mismo. Rodean el conjunto roleos y ramas de olivo, frutadas, de oro.

SIMBOLOGÍA: El cáliz alude a las palabras de Jesús en el huerto de Getsemani; "Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que Yo lo beba, hágase tu voluntad" (Mat. 26,36-46). También es el atributo con el que se representa, en la iconografía mas generalizada, al ángel enviado para confortarle (Lucas 22,43).
El anagrama de Jesús representa a) propio Cristo y está formado por las siglas JESÚS, HOMBRE, SALVADOR, sumadas de una Cruz, máximo símbolo de la Pasión.
Como símbolo mariano por antonomasia se presenta el anagrama del saludo del ángel a la Virgen: "AVE MARÍA GRATIA PLENA", cuyas siglas aparecen cifradas en el mismo. La corona sobre el anagrama de María hace alusión al quinto de los Misterios de Gloria del Santo Rosario: La Coronación y Exaltación de María Santísima sobre todos los coros de los ángeles.
La estrella simboliza la especial vinculación de Villa del Río con esta entrañable advocación mariana y, en esta Cofradía, se incluye, además, como recordatorio de que cuando se trajo la nueva imagen ésta fue apadrinada por la Cofradía de Nuestra Señora la Virgen de la Estrella.
Las ramas de olivo recuerdan al Huerto de Getsemani, situado en el monte de los olivos, donde tuvo lugar la oración de Cristo previa a su prendimiento (Mat. 26, 36-46).

HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZARENOS DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA HUMILDAD EN SU PRESENTACIÓN AL PUEBLO SAN BARTOLOMÉ APÓSTOL

HERÁLDICA: Trae, en campo de gules, el anagrama de Nuestro Señor Jesucristo, de oro, y bordura de lo mismo, acolado de una corona de espinas' de oro' suma de "na azucena, al natural, y dos lanzas, de plata, puestas en sotuer. Timbra corona a esta rodean el escudo dos Palmas' de oro' que se cruzan en punta, formando el anagrama de María, del mismo metal del que pende" dos azucenas' al natural cierra el conjunto un cartel ondulado, de plata, con el lema HUMILDAD , en letras de sable.

SIMBOLOGÍA: El anagrama de Jesús simboliza al propio Cristo y está formado por las siglas de la leyenda "JESÚS, HOMBRE, SALVADOR" .
La corona de espinas símbolo pasional, hace referencia al pasaje evangélico (Mat. 27,29): "y entretejiendo una corona de espinas se la pusieron sobre la cabeza". Según la tradición, fue hecha del árbol "iycium spinosum" y se conserva en Jerusalén Las lanzas, otro atributo pasional, representan a la del Centurión Longino que perforó el costado de Cristo y que tiene la virtud de curar las heridas que ha causado.
Como símbolo mariano por antonomasia, se presenta el anagrama del saludo del ángel a la Virgen: "AVE MARÍA GRATIA PLENA" cuyas siglas aparecen cifradas en el mismo.
Las azucenas simbolizan la pureza inmaculada de María, así como la vinculación de esta Cofradía con el templo Parroquial de Villa del Rio, y la corona real alude a la Coronación y Exaltación de María Santísima sobre todos los coros de los ángeles, según se proclama en el quinto de los misterios de Gloria del Santo Rosario.
Las palmas simbolizan el martirio y en particular, el triunfo místico de Cristo.
Por último el lema "HUMILDAD" hace referencia a la que mostró Jesús cuando, siendo Hijo de Dios, aceptó ser presentado ante el pueblo flagelado, coronado de espinas y escarnecido.

MUY ANTIGUA HERMANDAD Y COFRADÍA DE NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO

HERÁLDICA: Escudo formado por una corona de espinas, de oro, que trae, en campo de plata, el anagrama de Nuestro Señor Jesús Cristo sumado de una cruz de seis puntas, de oro, y, en punta, tres clavos de lo mismo

SIMBOLOGÍA: La corona de espinas, símbolo pasional, hace referencia al pasaje evangélico (Mateo 27,29): y entretejiendo una corona de espina' se la pusieron sobre la cabeza"- Según la tradición, fue hecha del árbol "lycium spinosum" y seconserva en Jerusalén
El anagrama de Jesús representa al propio Cristo y está formado por las siglas "JESÚS, HOMBRE SALVADOR" sumadas de una Cruz, máximo signo de la Pasión y Muerte del Señor.
Los tres clavos son otro de los clásicos atributos de la Pasión y presuponen que Cristo fue clavado teniendo los pies juntos
Muy antigua por estar documentada su existencia, al menos, desde 1.697.

HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZARENOS DE SANTA MARÍA MAGDALENA

HERÁLDICA: Trae ungüentario, de plata, engastado de piedras preciosas, sumado de una cruz trebolada de los mismo Y' en su frontispicio, la inscripción PECATOR, en letras de sable, circundado por dos palmas, de oro,. que se cruzan en punta

SIMBOLOGÍA: Referencia principal de este escudo es el pomo o vaso para la contención de ungüentos olorosos, atributo constante en las representaciones iconográficas de la figura de María Magdalena, aquella mujer, pecadora notoria, que, con sus lágrimas, lavó los pies del Señor, los secó con sus cabellos, los ungió y fue la primera que hizo pública penitencia. También fue ella una de las santas mujeres que permanecieron junto a la Cruz y que ungieron el cuerpo muerto de Cristo. El lema "PECATOR" alude a su condición de pecadora pública y notoria.
Las palmas simbolizan el martirio y, sobre todo,"el triunfo místico de Cristo.

HERMANDAD COFRADÍA DE NAZARENO DE MARÍA SANTÍSIMA DEL AMOR Y SAN JUAN EVANGELISTA


HERÁLDICA: Escudo circular bordeado de gules, En campo de plata, trae una cruz lanceolada, de gules, acompañada, en el plano inferior, a la diestra por la letra S y a la siniestra por la letra J, ambas de lo mismo.

SIMBOLOGÍA: La Cruz es el símbolo pasional por excelencia y emblema de todos los Cristianos. Las siglas S y J aluden a San Juan Evangelista, titular de esta Cofradía.

HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZARENOS DE NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD

HERÁLDICA: Escudo formando por una corona de espinas, de oro, entrelazada de flores de pasionaria, que trae, en campo de plata, un corazón de oro, sumado de llamas de lo mismo, atravesado, en barra, por un puñal con empuñadura de oro y hoja de plata.

SIMBOLOGÍA: La corona de espinas, símbolo pasional, hace referencia al pasaje evangélico (Mateo 27,29): "y entretejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza". Según la tradición fue hecha del árbol "lycium spinosum" y se conserva en Jerusalén.
La flor de pasionaria sintetiza, por su propio simbolismo, el sacrificio de Cristo por la semejanza de sus distintas partes con los atributos de la Pasión: 3 estilos, tres clavos; ovario y estilos, azotes; estambres, cinco llagas; corola, corona de espinas; receptáculo, cáliz de la amargura; tres brácteas, las tres María.
El corazón flamígero evoca la idea del amor y la llama es símbolo de purificación, de luz y de amor espirituales.
El puñal clavado simboliza los Dolores de la Virgen, en su pasión paralela a la de Cristo.

HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZARENOS DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LOS ESTUDIANTES


HERÁLDICA: Trae una cruz ecotada, sostenida por tres clavos de plata, acompañada por dos escudos ovalados. El diestro, en campo de azur, el anagrama de Nuestro Señor Jesucristo, de oro y bordura de lo mismo. El siniestro, en campo de gules, una corona de espinas, de oro, y bordura de lo mismo. Circundan el conjunto volutas, de oro, que culminan formando el anagrama de la Santísima Virgen María, sumado de corona real, y de cuyos extremos inferiores pende un cartel ondulado, de plata, con el lema "IESUS NAZARENUS REX IUDEORUM", en letras de sable. Del centro del cartel cuelgan dos cordones, anudados, rematados por borlas, de oro.

SIMBOLOGÍA: La cruz ecotada o arbórea tiene evidente relación con la Cruz considerada como árbol, referencia frecuente en la Sagrada Escritura, y aparece aquí como máximo símbolo de la Pasión y Muerte de Cristo.
Los clavos son otro de los atributos de la Pasión y presuponen que Cristo fue clavado en la Cruz con los pies juntos.
El anagrama de Jesús representa al propio Cristo y esta formado por las siglas del lema "JESÚS, HOMBRE, SALVADOR". ,
La corona de espinas, símbolo pasional, hace referencia al pasaje evangélico (Mateo 27,29): "y entretejiendo una corona de espinas, se I la pusieron sobre la cabeza". Según la tradición, fue hecha del árbol "lycium spinosum" y se conserva en Jerusalén.
Como símbolo mariano por antonomasia, se presenta el anagrama del saludo del ángel a la Virgen: "AVE MARÍA GRATIA PLENA", cuyas siglas aparecen cifradas en el mismo. La corona sobre este anagrama hace alusión a la Coronación y Exaltación de María Santísima sobre todos los coros de los ángeles, según proclama el quinto de los Misterios de Gloria del Santo Rosario.
El lema "IESUS NAZARENUS REX IUDEORUM", se refiere a la inscripción que, según el relato evangélico (Mat. 27,37; Mar.15,26; Lúe. 23,38) fue colocada en la Cruz sobre la cabeza de Jesús.
Por último, las borlas que cuelgan del cartel aluden a la condición de estudiantes que ostentan los cofrades de esta Hermandad, ya que las mismas son utilizadas como insignia por los graduados y maestros universitarios.

MUY ANTIGUA Y REAL HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZARENOS DE LA SANTA VERA+ CRUZ Y NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS

HERÁLDICA: Trae una cruz ecotada, sostenida de un corazón, de gules, atravesado, en barra, por una espada con empuñadura de oro y hoja de plata. Del travesano de la cruz cuelga un sudario cuyos extremos sostienen dos ángeles carnación, en vuelo, unidos por un collar que circuye la parte inferior del conjunto y de cuya punta cuelgan tres azucenas. Timbra corona real de España.

SIMBOLOGÍA: La cruz ecotada o arbórea guarda evidente relación con la Cruz considerada como árbol, referencia frecuente en las Sagradas Escrituras y aparece aquí como máximo símbolo de la Pasión y muerte de Jesús.
El corazón atravesado por una espada alude a los Dolores o Angustias de nuestra Señora, en su pasión paralela a la de Cristo, y las azucenas a su pureza inmaculada. ,
El sudario representa al lienzo, o "sabana santa", con que José de Arimatea cubrió el cuerpo de Cristo cuando lo bajó de la Cruz.|
El título de Real, así como la Corona que timbra el escudo de esta Cofradía, por ser Hermanos Mayores Honorarios de la misma S.M. I el Rey y S.A.R. el Príncipe de Asturias, quienes aceptaron el nombramiento por carta del día 5 de abril de 1.986.
Muy antigua, por estar documentada su existencia, al menos, desde 1.581.

REAL HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZARENOS DEL SANTO ENTIERRO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

HERÁLDICA: Trae una cruz potenzada, de gules, cantonada de otras cuatro iguales y de lo mismo, rodeada por dos palmas, de oro que se tocan en la Parte superior y. en punta, una calavera humana, de plata, sostenida por dos tibias, de lo mismo, puestas en sotuer, sumada de una corona real. Al timbre, corona real de España con manto, de sable, con flecos de oro puesto en pabellón.
SIMBOLOGÍA: Adopta el emblema propio y característico de la Orden del Santo Sepulcro, de Jerusalén, que tiene su origen en la época de las Cruzadas y cuyos caballeros tuvieron a su cargo, desde el año 1.098. la custodia del Santo Sepulcro.
La calavera representa la muerte de Cristo y la corona que porta es el símbolo del triunfo místico de su Resurrección.
Las palmas simbolizan el martirio y, asimismo, el triunfo místico de la Resurrección,
El título de Real, así como la Corona que timbra el escudo de esta Cofradía, por ser Hermanos Mayores Honorarios de la misma S.M. el Rey y S.A.R el Príncipe de Asturias, quienes aceptaron el nombramiento por carta de focha 5 de abril de 1.986.

HERMANDAD Y COFRADÍA DE NAZARENOS DE NUESTRO PADRE JESÚS RESUCITADO

HERÁLDICA: Custodia, de plata, sostenida por una base, de oro, con Sagrada Forma en el viril, acolada de cruz ecotada y de una lanza, de plata, puesta en sotuer con un banderín de reía, bordada en piara, sobre la que figura el anagrama de Nuestro Señor Jesucristo, bordado en oro, asegurado a un asta, de plata, con base, anillo y remare esférico, de oro, sumado éste de una cruz, de plata. A cada lado, un Ángel de carnación, en vuelo de los que pende un cartel, curvado de Plata' lúe circuye la parre inferior del conjunto, con el lema "NO ESTÁ AQUÍ HA RESUCITADO" en letras de sable.

SIMBOLOGÍA: La Custodia con la Sagrada forma en el viril, representa a Dios vivo o, lo que es lo mismo, a Su Hijo Resucitado, triunfante sobre el símbolo máximo de su Pasión y Muerte, que es la Cruz.
La lanza, atributo pasional, representa a la que utilizó el Centurión Longino para perforar el costado de Cristo y que tiene la virtud de curar las heridas que ha causado. El banderín simboliza el triunfo místico de la Resurrección del Señor
El lema "NO ESTÁ AQUÍ HA RESUCITADO" alude al pasaje evangélico (Mar. 28,6; Mar. 16.6; Luc. 24,6) en que un ángel anuncia a las santas mujeres que Cristo ya no está en el sepulcro porque ha resucitado.

PRESENTACIÓN DEL POSIBLE ESCUDO DE LA HERMANDAD DE NAZARENOS DE MARÍA SANTÍSIMA DEL AMOR Y CENTENARIA COFRADÍA DE SAN JUAN EVANGELISTA.

Una vez examinada la Heráldica y la Simbología de nuestras Cofradías, me vais a permitir que me dirija en particular a la Junta Directiva y miembros de la Hermandad y Cofradía de Nazarenos de María Santísima del Amor y San Juan Evangelista. La cuestión es muy simple y mis palabras están encaminadas solamente a pediros una reflexión sobre la conveniencia de recoger en vuestra denominación y en vuestros símbolos la realidad histórica que ahora conocemos. Esto es, que introduzcáis en el título de vuestra Hermandad el carácter de Centenaria que corresponde a la Cofradía de San Juan Evangelista y que vuestro emblema o blasón, que en la actualidad es de gran simpleza y poco representativo, ya que, entre otras cosas, ignora los símbolos que corresponden a la cotitular, María Santísima del Amor, recoja con el mayor rigor y esplendor posibles todos los elementos que os definen y que refleje, al mismo tiempo, la realidad de vuestro histórico pasado.

En primer lugar, entiendo que el actual título de vuestra Cofradía podría pasar a ser el de HERMANDAD DE NAZARENOS DE MARÍA SANTÍSIMA DEL AMOR Y CENTENARIA COFRADÍA DE SAN JUAN EVANGELISTA, en el que queda reconocida la antigüedad de esta última.
Por otra parte, y tras un detenido estudio de la simbología propia de las Cofradías de San Juan Bautista existentes en Sevilla, Córdoba y otros lugares, del que se deduce que todas ellas, sin excepción, utilizan como elemento principal de sus escudos la Cruz de la Orden de San Juan de Jerusalén, he diseñado, conjuntamente con vuestro Presidente de la Agrupación, el escudo o blasón que paso a mostraros y cuya interpretación bajo el punto de vista de la heráldica y la simbología, es la siguiente:

HERMANDAD DE NAZARENOS DE MARÍA SANTÍSIMA DEL AMOR Y CENTENARIA COFRADÍA DE SAN JUAN EVANGELISTA

Heráldica: Dos escudos ovalados, acolados. El diestro trae, en campo de gules, la Cruz de San Juan, de playa y filiera de oro. El siniestro, en campo de azur, un corazón de gules, sumado de llamas de oro, atravesado, en barra, por una espada, de plata con empuñadura de oro, y filiera de los mismo. Entre ambos óvalos, en al parte superior, anagrama de María, de oro, superado por corona real, donde se intercala un cartel, ondulado, de plata, con la leyenda

Centenaria, en letras de sable, y, en la parte inferior, los escudos aparecen sostenidos por un águila de carnación, sumada de corona de oro, en vuelo, sobre cuyas alas sostiene un libro abierto, al timbre, capelo episcopal, de sinople, sumado de una Cruz, de oro, guarnecido con dos cordones, también de sinople, cada uno de ellos 6 borlas que comienzan en 1 y siguen progresivamente hasta acabar en 3.

Simbología: La Cruz de San Juan corresponde a la Orden de San Juan de Jerusalén (Caballeros de Malta) desde 1530, continuadora de la Orden Hospitalaria de San Juan. Se trata de una Cruz octogonal, blanca sobre fondo rojo. en recuerdo de las ocho bienaventuranzas que constituyen su ideal religioso.
El corazón flamígero evoca la idea del Amor y la llama es símbolo de purificación, de luz y de amor espirituales. La espada clavada simboliza los Dolores de María, en su pasión paralela a la de Cristo.
Como símbolo mariano, se presenta el anagrama del saludo del ángel a la Virgen: «Ave María gratia plena», cuyas siglas aparecen cifradas en el mismo. La corona sobre este anagrama hace alusión a la Coronación y Exaltación de María Santísima sobre todos los coros de los ángeles, según proclama el quinto de los misterios gloriosos del Santo Rosario.
El águila es el símbolo de San Juan Evangelista y el libro de su Evangelio.
El capelo episcopal, que timbra el conjunto, ya la leyenda «Centenaria» hacen alusión a la fundación de esta Cofradía en el Siglo XVIII, con aprobación del Obispo de Córdoba, según consta documentalmente.
Comprendo que, a la hora de tomar en consideración esta propuesta, podáis plantearos, como un posible inconveniente para su aceptación, los gastos que originaría el cambio de vuestro actual escudo en estandartes, túnicas u otros objetos de uso en la Cofradía, pero, a este respecto, debo tranquilizaros ya que, según mi experiencia, contrastada no sólo por los usos generales sino por mi intervención en el cambio de algún blasón municipal, la adopción de un nuevo escudo no tiene porque significar ningún dispendio extraordinario, ya que, en la práctica, una vez aprobado el cambio, continuaríais usando normalmente vuestras pertenencias con el anterior y solamente se incorporaría e nuevo en aquellos elementos que adquiráis en el futuro. Un ejemplo muy claro de esto lo tenemos en algo tan común como es el Escudo Nacional, pues como vemos en muchos lugares públicos estos conservan el correspondiente a la época en que fueron edificados.
En cualquier caso, este es asunto de vuestra exclusiva competencia y estoy seguro lo resolveréis con vuestro reconocido buen criterio, que todos respetaremos.

Para cerrar mi intervención, no podían faltar unas palabras que justifiquen su carácter de Pregón, y, en tal sentido, debo anunciaros algo que ya todos conocéis, o sea que, con arreglo a sus ancestrales tradiciones, Villa del Río rememorará la próxima semana los misterios de la pasión y muerte de Cristo, comenzando el Domingo de Ramos con la bendición de las palmas y la popular procesión de «La Borriquita». El Jueves recorrerán nuestras calles los pasos de Nuestro Padre Jesús de la Oración del Huerto, del Santísimo Cristo de la Humildad y de Nuestra Madre y Señora de la Paz y Esperanza.
El Viernes Santo, día grande de estas celebraciones, de «madruga» saldrá de su Ermita Nuestro Padre Jesús Nazareno, quien hallará en su camino a María Magdalena y, posteriormente, en el transcurso del tradicional Sermón de Pasión se verá confortado por San Juan, su discípulo amado y, en el momento más dramático y emotivo de la narración, se encontrará con su Santísima Madre, Nuestra Señora de la Soledad. Por cierto, permitidme un pequeño inciso para felicitar a la Agrupación por la recuperación del canto de la sentencia de viva voz, que tuvo lugar el pasado año.
En la noche del mismo Viernes harán estación de penitencia las Hermandades y Cofradías del Santísimo Cristo de los Estudiantes, la Muy Antigua de la Vera Cruz y Nuestra Señora de las Angustias, la de Santa María Magdalena, la de María Santísima del Amor y San Juan Evangelista, la del Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo y la de Nuestra Señora de la Soledad.
Por último, el Domingo de Resurrección veremos desfilar a Nuestro Padre Jesús Resucitado, acompañado de

Santa María Magdalena, de San Juan Evangelista y de Nuestra Señora de la Soledad, que volverá a emocionarnos en sus tradicionales «encuentros» y «caída de velos».
Toda esta escenografía, tan peculiar y tan nuestra, no debe desviarnos de la verdadera trascendencia cristiana de estas celebraciones, en las que, nada mas y nada menos, rememoramos la pasión de Cristo y, lo que es más importante, su triunfo sobre la muerte. Ese triunfo que anuncian las campanas de las torres y espadañas de todas las Iglesias el Domingo de Pascua y que constituye el fundamento seguro de nuestra fe y de nuestra esperanza en al vida eterna.
No hablo, naturalmente, de volver a tiempos de pretéritos, como los que nos tocó vivir tras las malhadada Guerra Civil, en los que, en una mezcla de mal entendida devoción y farisaísmo, se nos presentaba la Semana Santa como algo tenebroso, en la que sólo se resaltaban los aspectos dramáticos de la pasión, y, sobre todo a los niños, se nos insistía en la idea de muerte y de luto, ¡no juguéis!, ¡no cantéis!, ¡no riáis!, que el Señor está muerto, mientras que la radio sólo transmitía música sacra o saetas, las tabernas cerraban sus puertas y una apariencia de dolor general recorría todo el pueblo. Y digo apariencia porque, a medida que fue adquiriendo uso de razón y capacidad de discernimiento, pude darme cuenta de que las creencias no pueden imponerse por ninguna norma oficial, de que los bares cerrados estaban llenos por dentro, que se bebía mas que nunca y de que, mientras se nos recomendaba sacrificio y ayuno, que para muchas gentes del pueblo era, por desgracia, obligatorio, las autoridades locales daban cuenta de generosas raciones de gambas y vino fino en la misma habitación desde cuyo balcón se pronunciaba el Sermón de la Plaza.

Por eso entiendo que desde una perspectiva cristiana actual la Semana Santa ha de vivirse desde la fe y el compromiso y, por consiguiente, los creyentes debemos participar en ella con la debida devoción y respeto, evitando tanto caer en la mojigatería como en su polo opuesto, como sería el de considerar estas conmemoraciones desde un punto de vista cuasi folklórico o costumbrista y, por ello, ocasión de fiesta en el sentido más lúcido del término.
Permitidme que a este respecto os refiera una anécdota que me ocurrió aquí hace un par de años y de la que, tal vez, pueda extraerse una consecuencia de lo que, no sé si con mucho acierto, estoy tratando de decimos: Unos buenos amigos, valencianos por más señas, con los que tenemos compartidos viajes, fallas y otras celebraciones, nos dijeron que tenían grandes deseos de conocer la Semana Santa de Andalucía, ante lo que yo, como es lógico, me puse a su disposición e hice los arreglos necesarios para que pasar con nosotros desde el Viernes de Dolores hasta el siguiente Domingo de Resurrección, organizándoles un programa que incluía las mejores procesiones de nuestra capital y algunas de Sevilla, pero reservándome, en cualquier caso, la mañana del Viernes Santo para venir a Villa del Río y asistir a nuestro Sermón de la Plaza, del cual yo les tenía contadas maravillas, y que ellos, por tanto, no querían perderse. De regreso a Córdoba, y ante mi insistencia para que me dieran su opinión sobre lo que habían visto y oído, me manifestaron que se trataba, en efecto, de algo peculiar, muy diferente, por supuesto a las costumbres de su región y que les había valido la pena conocer, pero que, al mismo tiempo, no podían ocultar cierta decepción por la relativamente escasa asistencia de fieles, así como por la actitud de algunos de ellos, mas atentos a saludar a sus parientes y amigos o a conversar con sus convecinos que a escuchar el relato de la Pasión que desde el balcón del Ayuntamiento desgranaba el Sacerdote. Y eso por no mencionar a otros que, instalados en mesas de bares próximos, seguían el acto mientras degustaban unos vinos y charlaban animadamente de asuntos por completo ajenos al carácter religioso del momento. Yo quise disculpar y disculparme, diciendo que éramos muchos los que veníamos al pueblo en estas fechas y era lógico se intercambiarán saludos y comentarios, pero en el fondo hube de reconocer que a mis amigos no les faltaba algo de razón y por eso creo que vale la pena que los que nos proclamamos creyentes reflexionemos un poco y actuemos consecuentemente, dando, así, testimonio de nuestra fe.
Quiero, por fin, que mis últimas palabras sean de reconocimiento a la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Villa del Río por el entusiasmo y afán de superación que les anima en pro del esplendor de nuestra Semana Santa, que deseamos cada día mas viva y profunda. Para ello os pido a todos le prestéis vuestra mas decidida colaboración que, por lo que respecto a mi persona, les ofrezco desde aquí por si en algo pudiera servirles.


Muchas gracias a todos por vuestra atención.

(Fuente: Revista de Semana Santa 2004)