ASPECTOS DE LA VIDA Y LA OBRA DE BEPPO ABDUL WAHAB

Autor: Francisco Zueras Torrens. De la Asoc. Internacional de Críticos de Arte.

Fuente: Catálogo de la Exposición de Junio de 2003.

No es fácil, ni mucho menos, al trazar una semblanza de Beppo, para evocar su figura en este acto de homenaje, porque fue una mujer enigmática, introvertida a la hora de hablarnos a los amigos de aspectos tan fundamentales en su vida, como son la fecha de su nacimiento, el transcurrir de su infancia y el ambiente familiar. Por lo menos yo -que tanto hablé con Beppo y que tantas cosas relacionadas con el arte me contó- solamente pude saber que había nacido en Londres en un 14 de junio, sin concretar año, que su verdadero nombre era Freda, y que a los catorce años se escapó de su casa londinense con un tenor italiano, para afincarse en París e integrarse en aquel fabuloso mondo de las vanguardias artísticas de comienzos de siglo.

Yo conocí a Beppo en el verano de 1969 en el Palacio de la Magdalena de Santander en el Curso de Arte de la Universidad Internacional "Méndez Pelayo", y a lo largo de este curso y e los cuatro o cinco siguientes consolidaríamos una gran amistad. No he olvidado la impresión que me produjo cuando vi por primera vez a aquella mujer alta, flaca y desgarbada, tocada, invariablemente con una boina de terciopelo negro y un permanente cigarrillo en la esquina de los labios. Ni he olvidado la primera conversación que sostuvimos, jalonada de frases inteligentes -como de mujer extremadamente culta que era- pero también de frases mal sonantes y mordaces críticas, expresadas en un áspero español de inglesa insumisa a otras lenguas.

Beppo, orgullosamente inglesa a pesar de todo, se sentía feliz en aquel ambiente de la Universidad Internacional de Santander, de paisaje arquitectónico tan inglesado, por aquel terciopelo verde de los prados, bordeando los pinos, los abetos y los castaños, que era un lujo increíble de verdes encaramados sobre el mar y que ella saboreaba con la fruición de apasionada paisajista.

El amor de Beppo por Villa del Río, Montoro y Beas de Segura, lo extendió también a Córdoba capital, ciudad que procuraba vivir intensamente en las distintas ocasiones a la que fue. Desde la Mezquita -Catedral, para saborear su arte y su historia árabe, cultura para ella tan querida, hasta los tugurios de la calle de la Feria o Cardenal González para hablar con las pobres meretrices, tema que, además, le gustaba llevar luego al papel en estupendos dibujos de gordas mujeres desnudas.

Pasando por la taberna de "Pepe el de la Judería", donde Beppo rendía culto a otra pasión suya - la de beber vino-, y rendía culto también a otra de sus grandes amistades: la de José Giménez Aroca, conocido por medio mundo como "Pepe el e la Judería", que quería a Beppo de manera entrañable. Allí en aquella típica taberna de la calle Romero, número 1, se pasaba horas y horas nuestra Beppo, sentada en aquel romántico patio entre helechos, begonias, esparragueras, geranios y carteles taurinos.

Como escribió Camilo José Cela: "Beppo aprendió a pintar en tres manantiales de muy largas aguas: París - y sus amigos Modigliani, Pascin, Derain, Soutine, el escultor Brancusi-, su circunstancia personal, ¡qué bien hubiera estado Beppo de favorita el último emir de Almería!, y el ritmo de la naturaleza que no se cansa de mirar. Del agua y del vino de esas fuentes bebe y se nutre la pintura de Beppo, sus acuarelas y sus vinorelas por las que corre el luminoso instante que va tejiendo de la hebra de la túnica de la vida, leve como una nubecilla, un suspiro o un mal pensamiento".

Nada mejor que estas palabras de Camilo José Cela para dar fin a este emocionado recuerdo que he rendido a aquella gran Beppo que amó a esta tierra andaluza, hasta el extremo de querer que sus cenizas se fundieran con sus olivos. Un emocionado recuerdo para la que fueron sus últimos pensamientos y su última decisión de donar su obra a Villa del Río y Córdoba.

Beppo, tras haber conseguido el ver alargada su vida hasta pasados los noventa años, ha abandonado este mundo. No obstante, como contrapunto a la tristeza que nos embarga, hemos de pensar que la muerte sólo mata lo que le dejan, y que ante ciertas prerrogativas, su guadaña se mella. Matando físicamente al ser humano, pero dejándolos intacto el mito. Este es el caso de Beppo Abdul Wahab, de la que, tras haber desparramado sus cenizas por los olivares andaluces, se conservará el mito de haber sido la última representante, insólita y atractiva, dela bohemia artística de nuestro tiempo.